Manos que rehabilitan
En el 2020, mientras la pandemia por el COVID-19 hacía colapsar al sistema de salud del mundo, hubo un grupo especializado en primera línea, luchando contra este virus letal. A diario se contabilizaban miles de contagiados y posteriormente fallecidos al no soportar los efectos del virus.
En Perú, a las abarrotadas salas de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de los hospitales, llegaban miles de pacientes contagiados y con síntomas muy graves, que requerían una intervención médica. Estas salas estaban integradas por profesionales de la salud muy comprometidos con su trabajo, como médicos, enfermeras, traumatólogos y fisioterapeutas.
Este último grupo de profesionales, estaba integrado por Luis Tito, Katherine Gómez y Jeanpierre Mendoza, tres fisioterapeutas que trabajaban en las salas UCI del Hospital de Emergencias de Villa El Salvador (HEVES), en Lima.
La rutina comenzaba con una reunión previa donde coordinaban la tarea del día, el estado de cada paciente internado y algunos detalles adicionales. Luego había que ingresar a un ambiente donde había que cubrirse con trajes especiales que los protegieran de pies a cabeza del virus. La parte de las vías respiratorias era algo muy serio y sagrado: no tenía que dejarse espacio para el virus, ni por accidente.
Una vez cubiertos, entran a la sala UCI donde hay que atender a cada paciente. Su trabajo consistía en realizar terapia física a los pacientes que permanecían en un estado de coma. Algunos de ellos se encontraban en ese estado por más de dos semanas, otros hasta dos meses. Aún así, esto no era garantía de que superaran la enfermedad y salieran con vida.
Al estar en ese estado inmóvil, a los pacientes se les dificultaba la recuperación post-COVID y para ello estaban Luis, Katherine y Jeanpierre, quienes realizaban masajes y rutinas de movilidad a los pacientes. Al terminar la rutina, después de una larga jornada que en ocasiones podría durar más de 10 horas, probablemente alterando el horario de comida y sin ir a los servicios higiénicos (pues no podían quitarse el traje hasta acabar la jornada), había que pasar por otro protocolo más cuidadoso que el anterior: quitarse el traje y desinfectarse para eliminar todo rastro posible del virus.